Nuestra sociedad innovadora y acelerada se vuelve más
exigente cuando se atraviesan tiempos económicos como el actual. Las personas
que afortunadamente están trabajando han de sacar adelante el trabajo que antes
se repartía entre un mayor número de personas, han de hacerlo en un menor lapso
de tiempo, bajo unos criterios de calidad cada vez más rigurosos y en simbiosis
constante con todas las áreas que forman el "organismo vivo" que es
la empresa.
Normalmente toda esta presión extra se acaba traduciendo en más horas de dedicación, de esfuerzo, e incluso de desgaste. Si bien es posible que esto no tenga otro remedio (simplemente ¡hay que trabajar más para salir adelante!) antes de resignarnos a seguir este arduo camino, vale la pena reflexionar sobre lo que es un alto desempeño profesional y sobre los distintos factores que lo hacen posible, para intentar sacar adelante ese trabajo "extra" sin tener que hacer más horas, ni experimentar mas estrés.
Por "desempeño profesional" se entiende la manera
en que se cumplen las obligaciones inherentes a una profesión, cargo u oficio.
No se trata solo de cumplir las obligaciones, sino de la manera en que éstas se
cumplen. De aquí provienen las expresiones ya habituales de "tener un bajo
o alto desempeño". Se dice que una persona tiene un alto desempeño cuando
realiza sus funciones de manera eficiente en el tiempo, es responsable en su
gestión, produce resultados de calidad, usa adecuadamente los recursos que
están a su alcance, e intenta contribuir positivamente al funcionamiento global
de la organización. Pero ¿qué factores intervienen a la hora de determinar
el grado de desempeño? ¿Cómo se puede mejorar? ¿Qué está en manos de las
distintas partes implicadas, para lograr mejoras en este aspecto?
El rendimiento de una persona en su trabajo depende de
muchísimos factores que se pueden agrupar en tres grandes niveles que van desde
lo más personal y subjetivo, hasta lo más objetivo y organizacional.
La disposición al trabajo
Se refiere básicamente a la actitud de la persona ante sus obligaciones, es decir, el grado de implicación, motivación y predisposición con la cual la persona encara su trabajo, independientemente de las circunstancias en que éste se desarrolle. Ante una misma circunstancia externa, dos personas pueden demostrar actitudes distintas que a su vez generan resultados diferentes.
La disposición al trabajo
Se refiere básicamente a la actitud de la persona ante sus obligaciones, es decir, el grado de implicación, motivación y predisposición con la cual la persona encara su trabajo, independientemente de las circunstancias en que éste se desarrolle. Ante una misma circunstancia externa, dos personas pueden demostrar actitudes distintas que a su vez generan resultados diferentes.
Especialistas del tema señalan que en este nivel la clave
principal está en la capacidad de auto-motivarse y en la obtención de
satisfacciones intrínsecas (aquellas satisfacciones internas que la persona
siente al momento mismo de realizar su trabajo y que son totalmente
independientes de cualquier resultado posterior que acontezca).
La disposición al trabajo es algo que en última instancia
está, en muy buena medida, en las manos de la persona misma, pero también es
cierto que ciertos factores externos, como formas ineficaces de funcionamiento
en una empresa, la percepción de incapacidad a la hora de influir en un cambio
colectivo positivo, o un estilo anticuado de liderazgo por parte de los
responsables, pueden influenciarla negativamente.
La capacidad de trabajo
Aquí entran en juego las habilidades, competencias y conocimientos que tiene la persona para realizar adecuadamente sus obligaciones. A un artista de artes gráficas no se le puede pedir que construya un edificio, pues incluso con la mejor actitud posible por su parte le faltarán conocimientos técnicos. Lo anterior es evidente, pero no lo es tanto que hoy en día no solo se requieren capacidades técnicas, sino también capacidades organizativas (que aseguren la mejor auto-gestión de la carga de trabajo), así como habilidades emocionales (importantes para que las personas puedan relacionarse de manera adecuada con el equipo bajo su cargo, con sus compañeros o superiores.
En este nivel, la responsabilidad de los conocimientos y
habilidades recaen en el trabajador y en la empresa. El trabajador ha de
mejorar aquellas capacidades que están bajo su responsabilidad. En cambio, la
empresa ha de asegurar una buena integración en su manera colectiva de
funcionar de los trabajadores nuevos, así como una formación, coaching
laboral y un reciclaje constante para los demás trabajadores que les
permita mejoras en sus capacidades. De lo contrario, las capacidades exigidas
directa o indirectamente, acaban sobrepasando las capacidades promedio y se
termina instaurando una forma de trabajo y de organización incapaz de estar a
la altura de los retos.
Recursos de trabajo
Bajo este último nivel, se agrupan todos los recursos que la empresa pone a disposición del trabajador para que éste cumpla sus obligaciones. Implica tanto a los recursos materiales (económicos, tecnológicos, de soporte) como inmateriales (sensación de apoyo, conocimiento, estilo de liderazgo). Si los recursos no están disponibles, el desempeño de los trabajadores se limita a pesar de la buena actitud y las capacidades disponibles.
Resulta útil que tanto los trabajadores como los directivos tengan presentes estos tres niveles, los revisen para cubrirlos adecuadamente e incluso los soliciten cuando sean necesarios, pues así se podrá tener el grado de desempeño que las circunstancias actuales nos exigen individual y colectivamente.
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